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15 nov 2008

La calle que no duerme

Avenida Corrientes

Conviven todas las clases sociales con todo tipo de propuestas, desde teatros hasta tachos de basura.

Por Matías Benítez

Al hablar de la Ciudad de Buenos Aires es inevitable nombrar a la Avenida Corrientes, por su historia y por su trascendencia y valor actual como icono de la vida nocturna y bohemia con la que se identifica al porteño.
Suena muy raro y lejano imaginar de tierra a la actual “Avenida que no duerme”, así la denominó en la década del 50 el periodista Roberto Gil. El pensar que era una de las 12 calles que conformaban la capital, sin contar con el obelisco ni los teatros, ni pizzerías, ni librerías ni cafés, suena prehistórico, pero le fue dado oficialmente, en 1822, su nombre actual en homenaje a la provincia de Corrientes, por ser la primera en adherir a la causa de la Independencia argentina.
Fue la musa y centro de reunión de artistas de tango, intelectuales, escritores y periodistas más importantes y recordados de la ciudad.
En la actualidad, ofrece amplias variedades de ofertas culturales y sociales: el histórico Abasto que hoy es Shopping, el Centro Cultural Ricardo Rojas, el Paseo la Plaza, el teatro San Martín, los teatros de revistas, teatros independientes, miles de comercios, pizzerías y cafés tan clásicos como la línea B de subtes o el mismísimo Obelisco.
La historia, el bronce y el mármol conviven en armonía, pero resulta difícil asociarlo con el aspecto menos tangible y más importante de la calle corrientes: las almas que la transitan.
En su recorrido de más de 8 kilómetros, la sociedad se mezcla y se pierde en sus librerías olvidando el tiempo. Las luces de la ciudad, los carteles gigantescos, las personas que pasan por al lado hablando y riendo, las caras raras, una chica que llora porque le robaron el celular o un taxista que mueve la mano e insulta a un peatón que cruzó en rojo, son ya postales clásicas.
En el cuento de Cenicienta, luego de las 12 todo se trasforma, el glamour y las luces se oscurecen y desnudan una realidad tan porteña como el tango: Los cartoneros y niños aparecen como hormigas hurgando los tachos de basura o en la puerta de algún restaurante que les facilite las sobras. Ésta también es “La calle que no duerme”.

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