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3 jul 2009

Los precursores (del cine argentino)

En realidad, todo el cine argentino de la época muda tiene, de una parte ese carácter esporádico de aventura e improvisación; de otra parte, ese sabor marcado (a veces impregnado de suave, deliciosa ternura, como en los primeros intento de Ferreira) de tango de arrabal…
En la exhibición predomina, hasta 1914, como en el mundo entero, las películas francesas, desde el folletín de episodios a los escenicos excesos del film d´Art. Y también ¿Cómo no? de Cabrias y Quo vadis. Entran ya en el país algunos westerns yanquis que hacen las delicias de los chiquillos, hasta que, también como en todas partes, la infausta fecha de 1914-1918, con la paralización de los estudios europeos y el gran despliegue de la ofensiva de celuloide yanqui, señala el predominio absoluto de la producción norteamericana bajo el signo de Hollywood.
Sin embargo, aunque siempre en el sentido ocasional y en el tono arrabalero ya anotado, no deja nunca de realizarse intentos de producción cinematográfica argentina. Estas cintas precursoras son (o pretenden ser), a veces, exaltación de un hecho o de una figura de la Historia patria; otras veces bucean en las costumbres o el tipismo y se acercan cada vez más, sin saberlo acaso, a los temas o al tono del tango sentimentaloide y dulzón que flota en el ambiente; otras, en fin, tratan de adoptar, de incorporarse modos, estilos, tendencias llegadas de fuera: folletín francés, melodramas italianos con ribetes de alta comedia dannunziana, aventura yanqui con substitución del cow-boy por el gaucho.
Así, ya en 1910 (casi inmediatamente después de los conatos de producción de Mario Gallo), Alberto Ballerini dirige a Blanca Podestá en Camila O´Gorman y en Manuelita Rosas, mientras, en 1912, el gran trágico Pablo Podestá interpreta Mariano Moreno y el drama de Angel Guimerá Tierra Baja ¡Adaptado a las costumbres argentina!
Por entonces un tal Vittoni realizaba comedias cortas, no lejos de la influencia de Max Linder, pero en tales cintas se llamaban Viruta y Chicharrón; Florencio Parraviccini aparecía en Hasta después de muerta (1916) con Camila Quiroga, y Héctor Quiroga contrataba al director-operador francés Paul Capellán para rodar Juan sin Ropa (1917), curioso titulo del que sólo sabemos que mucho más tarde se anunciaba todavía con el subtitulo de “la película argentina que aplaudió Alfonso XIII”.
Estos titulos, pero sobretodo estos nombres, nos ofrecen un dato interesante: desde los primeros tiempos, en todas partes heroicos y precarios, los prestigios de la escena argentina no desdeñan aparecer en la pantalla. ¿Acaso produciría tal efecto en sus ánimos la luminosa idea del pianista de café Mariano Gallo y el ejemplo ilustre de Giovanni Grasso, como en la otra América lo produjo la iniciativa de Adolfo Zukor y el estímulo de Sarah Bernhardt?...
Otro dato digno de retenerse (simplemente: un titulo, una fecha y una cifra) es la de que el productor Humberto Cairo ganó en 1915 más de un millón de pesos argentinos con Nobleza Gaucha, dirigida por Martínez y Gunthe e interpretada por Orfila Rico, Julio Suercella y, sin duda, de cierto peso en la decisión tomada por don Julián Ajuria de intervenir en la producción nacional argentina.

EL CINE – HISTORIA DEL SÉPTIMO ARTE - POR MARIA LUZ MORALES
Tomo III - Salvat Editores, S.A. - 1950

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